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El «trile» de las plantillas

Hablar de seguridad ciudadana en Sevilla es hablar de esa endémica enfermedad que se llama falta de policías, y referirse a ésto último es lo más parecido a querer certificar el sexo de los ángeles. Porque si algo misterioso e inextricable hay en esto de la Policía es saber a ciencia cierta cuántos son los que de verdad le hacen falta a Sevilla. La plantilla ideal de la Policía es como la fórmula de la coca-cola: el secreto mejor guardado. Según se pregunte a unos o a otros, la cifra varía de manera sorprendente, y lo mismo te aseguran que faltan setecientos policías como que con doscientos que lleguen va que chuta.

Y aquí es donde comienza el problema, porque eso de los doscientos policías parece una consigna. Basta rebuscar en las hemerotecas. Cada vez que los sevillanos han protestado en este sentido, la oferta ha sido más o menos la misma, ya sea con un gobierno como con el otro.

Tanta indefinición y tanto brindis al sol lo único que consigue es que se acuñe la idea de que no existe una tabulación ideal de las plantillas. Cabría preguntarse por qué. La respuesta es sencilla: porque concretar una plantilla es como atornillar un presupuesto fijo para la seguridad ciudadana. Y con los dineros hemos topado.

De ahí la teoría de los doscientos agentes, policías de prácticas incluidos, que éstos, aunque caen como agua de mayo, muchas veces no dejan de ser un chaparroncillo, un remiendo siempre temporal que además sería preciso poner más que en cuarentena.

Ocurre que los doscientos funcionarios de marras son policías, sí, pero no son exactamente doscientos. Y digo que no son doscientos porque 35 son agentes en prácticas y el resto es una fantasía, un «trile» político que confunde plazas con policías contantes y sonantes.

Crear estas doscientas plazas de policías en Sevilla no es traer doscientos policías. Es dar la opción a que muchos de los que ya se encuentran en Sevilla en comisión de servicio o desplazados por circunstancias especiales, opten a una de esas plazas y la consoliden. ¿Vienen entonces doscientos policías? La respuesta es obvia porque muchos ya estaban aquí, caso de los desplazados con alguna de las Unidades de Intervención que refuerzan la maltrecha dotación de la ciudad.

Que siempre faltarán policías, por mucho empeño que se ponga, es una realidad que debe ser asumida porque tampoco está el horno para bollos. Lo triste es que, a falta de valor político para llamarle al pan pan y a vino vino, se juegue con las cifras y quiera darse gato por liebre, o mejor dicho, plaza por policía.

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