novedad editorial
Edmundo Díaz Conde: «Creo que los que viven la vida como un viaje son quienes están más vivos»
El escritor gallego afincado en Sevilla acaba de publicar 'Mamá' (Algaida), su novela más personal
Díaz Conde: «Soy el mismo joven de hace treinta años que sacrificó mucho por un poco de magia»

Edmundo Díaz Conde (Orense, 1966) vuelve con su novela más personal, 'Mamá' (Algaida), una historia inspirada en la figura de su madre, Mary Conde Mir, una modista de Alta Costura cuya vida cambiará a partir de unas cartas de amor que ... recibe de un escritor catalán. Ese suceso hará que su hijo adolescente trate de averiguar quién está detrás de dichas misivas.
—¿Por qué ha dado un giro de ciento ochenta grados a su obra literaria?
—Necesitaba curarme. Y necesitaba pedir perdón a mi madre. Para curarme de mi pasado, de mi melancolía galaica que, aun así, me acompañará siempre, vine al Sur, a Sevilla, en donde resido desde hace 25 años. Aquí, en donde se aprende el goce de la vida y el amor. Para pedir perdón a mi madre, con quien fui mal hijo y un ingrato, escribí esta novela, cuyos hechos narrados son ciertos en un 80%. En 'Mamá', casi todo es real; en el sentido de que así sucedieron las cosas. La intensidad de estos recuerdos se impuso a cualquier otro proyecto.
—¿Cómo definiría la relación que le unió a su madre tras haber escrito esta historia tan cargada de emociones?
—Mi madre tenía fuego en el alma (risa suave); y su hijo de esas llamas procede. Éramos corazones problemáticos. Nos amábamos, nos entendíamos y, sin embargo, saltaban chispas. Lo poníamos todo perdido de disputas. Diré, en atención al lector, que mi madre, modista de Alta Costura en Ourense, era, sin embargo, barcelonesa y lo llevaba muy a gala. Como a gala llevaba ser una soñadora. Soñaba con triunfar en la Alta Costura. Y lo hizo. Insufló en mí la idea de los sueños y el deseo de alcanzarlos. Así era. Claro, a ese tira y afloja de caracteres, se unió el descubrimiento que hice en mi adolescencia de las cartas de amor. Esas cartas, escritas por un novelista catalán, desvelaron una historia de amor imprevisible. Para qué decir más.
—¿Ha sido muy doloroso bucear en tantos recuerdos y en tantas heridas?
—Para mí ha supuesto una sensación agridulce. La exigencia es desdoblarse, en la medida de lo posible. Hacer de ti un personaje. Es conflictivo. En el texto, con trabajo, suerte y la ayuda del lector, a veces surge el chispazo: se reconcilia uno con su memoria y, además, el lector experimenta un estremecimiento en la espina dorsal. Ahí está el quid. En el estremecimiento, en la poesía, en el consuelo.
—'Mamá' habla de amores, odios, sueños por cumplir, malentendidos… Es una obra donde las pasiones están a flor de piel, ¿no?
—Sí, pero, claro, uno piensa: ¿Qué es lo que no está a flor de piel en los corazones de los hombres? ¿No? La cultura, sí; la civilización, vale; los años de experiencia y etcétera… De acuerdo, todo eso está bien, y ayuda. Buscamos la serenidad, el equilibrio, la paz, lo que tú quieras; sin embargo… a ver, la pasión nos hace sentir vivos. Eso es lo que la vida quiere. No tanto el orden, sino el azar; no tanto la contemplación, sino el juego. Quien más y mejor seduce tendrá mejor reputación que quien sabe mucho. La pasión, más crédito que la sabiduría. ¿Quién es más humano, Darth Vader o Yoda?
—Mary soñaba con ser una modista de Alta Costura, usted con ser un escritor de prestigio. ¿Es peligroso soñar por el alto coste que pueda tener?
—Decía Oscar Wilde que cuando los dioses nos quieren castigar escuchan nuestras plegarias. Porque, después de todo… nada será como soñamos, la vida nos desengañará a todos. La vida quiere vigor, inconsciencia, coraje, alas desplegadas, improvisaciones y sueños. Creo que los que viven la vida como un viaje son quienes están más vivos; y los que más leen, siento decirlo, mucho menos.
—La novela no es autobiográfica, sino un puro ejercicio de autoficción.
—Distingamos entre autobiografía, que procura ser fiel a los hechos que tuvieron lugar, y autoficción, que mezcla hechos reales con ficticios para perfeccionar la historia. Me interesa hacer hincapié en que, a menudo, en la autoficción el elemento inventado le da más verosimilitud y encanto o más carga dramática al hecho real. Yo deseo que mi lector termine 'Mamá' con esta sensación traducida en palabras: «Quiero que todo lo que he leído sea real, que haya sucedido así». Y yo le responderé: «Todo lo que te he contado es real; y lo poco que no es real, es verdadero».
«Para pedir perdón a mi madre, con quien fui mal hijo, escribí esta novela, cuyos hechos son ciertos en un 80%»
Edmundo Díaz Conde
Escritor
—Escritores como Vila Matas han manifestado su cansancio por el abuso que se ha hecho del recurso de la autoficción en los últimos años. ¿Qué piensa al respecto?
—Esto es como todo: cada cual habla desde su experiencia de partida y de llegada. Si yo fuera Vila Matas (autor al que respeto y he leído) también me sentiría hastiado. En su momento, él inyectó europeísmo en una literatura, la nuestra, a la que le costaba dejarse influir. En mi caso, yo invitaría al lector a que se acercase a 'Mamá' con la menor carga de prejuicios. Dispuesto a jugar. Dispuesto a creer. Dispuesto a tener fe. Es una novela escrita con el corazón y dirigida al corazón de los lectores.

—Después de leer las páginas de 'Mamá', ¿qué imagen cree que se llevarán los lectores de Mary Conde?
—Oh, espero, deseo que gocen con las diferentes facetas de Mary Conde Mir. Fue una niña de la guerra, fue una modista de Alta Costura admirable, fue madre y esposa y amante, como el lector amigo comprobará; pero, sobre todo, mi madre estaba viva, le ardía la sangre. Recuerdo una anécdota. Hablando de aquel Orense de los años sesenta y setenta, se refería a una mujer que había abandonado a su esposo y a sus hijos y se había ido a vivir con otro hombre. Su respuesta a este escándalo fue: Tenemos que comprenderla. Se había enamorado. Y soñaba. Soñaba como no he visto a nadie soñar así; con excepción de su hijo, naturalmente.
—¿Qué ha sido para usted lo mejor después de haber escrito 'Mamá'?
—La esperanza, la ilusión de que los lectores encuentren, por una vez en un libro mío, un bálsamo para su corazón, un consuelo. Y no olvidemos que el consuelo puede venir de la mano de la risa y de las lágrimas. Risas y lágrimas hay en este libro, quiero pensar. Como en la vida. Como en el amor.
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